Es increíble cómo ha pasado el tiempo y yo sigo con este monólogo en el que intento describir cualquier tipo de pendejada que se me venga a la mente. Para quien no lo sabe, este es el garabato número 24 de una serie de ocurrencias que comencé a escribir por ahí del 2016 como un ejercicio interno en el que mi único objetivo es desenredarme por completo y desnudarme ante el abismo de la hoja en blanco.

Ahorita que releí el párrafo pasado me di cuenta que he escrito muy poquito en estos últimos 6 años, en fin.

¿Han escuchado por ahí que existen personas a las que les ha dado un blackout después de alguna experiencia traumática en sus vidas? Bueno pues hoy puedo comentarles abiertamente y sin miedo que el 2020 fue un año que no entendí cómo lo viví. Tengo bocetos muy abstractos de ese año para mí en la vida, y puedo afirmar que incluso a veces no sé ni qué pasó.

Yo había dejado atrás el tema creativo por el hecho de que en esta industria cada vez más competida, en vez de que los precios suban como la gasolina lo hace cada año, en realidad se van haciendo cada vez más bajos, poniendo a parir chayotes a prácticamente todos los que coexisten en este ecosistema de marketing digital, videógrafos de bodas, fotógrafos de producto, y ni hablemos de redacción porque voy a ponerme a llorar.

Le había apostado a un mundo en el que por lo menos habría más flujo económico y en donde lo mismo que ganaba en una semana como productor y editor de algún contenido, lo duplicaba en una hora sentado con unos escuincles mientras les vendía un paquete de graduación.

Así que inmediatamente y por lógica decidí que independientemente de lo mucho que me parecía que las ventas eran el último eslabón al que todo mundo caemos cuando no tenemos más que hacer, eran el recurso que me dejaría “sobrevivir” en un mundo como el que yo me movía y en el que me sentía incomprendido como cualquier artista de clóset; estaba ensimismado, repitiéndome constantemente que algún día iba a ser tomado en cuenta como creativo y que podría generar más, pero no, no iba a ser así porque la devaluación es real y cada vez es más barato lo que nosotros como creativos hacemos, así que algunos, los que no estamos en la élite ni en el círculo dorado, únicamente nos hemos terminado por dedicar a sobrevivir.

Entonces cuando entré a ventas a eso me dedicaba como creativo: a sobrevivir.

Y digo sobrevivir porque al final de cuentas seguía haciendo videos, fotos, o me sentaba a escribir en este “Diario de un hijo de puta”, como le llamo a este documento, texto o garabateo para desahogarme de tantas cosas que me estaban carcomiendo el cerebro en su momento, y con el tiempo descubrí que el dinero no era otra cosa más que una herramienta para poder tener la libertad de ser creativo sin ataduras.

Y entonces podía crear lo que se me pegara la gana y sin importarme un carajo si tuviera o no likes, si me pagaban o no por ello o si le gustara o no a la gente; simplemente el puro placer de poder crear sin necesidad de venta me regaló en su momento un poder muy interesante, pero muy peligroso que sin saberlo iba a ser el boomerang que regresaría a rebanarme en dos para yacer y empezar una vez más de ceros.

Y ahí estaba yo en el 2020 hecho un mar de emociones y confusiones porque de un día para otro me quedé sin la certeza económica que me daban las ventas para poder ser creativo y hacer lo que se me diera la gana, entonces decidí hacer el “Proyecto 2020”.

Hoy es 13 de enero del 2022, ha pasado casi 2 años y la hoja en blanco apenas va tomando forma, el “Proyecto 2020” es, a grandes razgos un esfuerzo mío por concentrar en una página web mis habilidades para poderme vender y entrar nuevamente a esta industria que interesantemente revivió justo en el 2020 cuando todo mundo necesitaba a personas como yo para poderse comunicar de una manera digital porque el “face to face” era ya un sueño dirigido por George Orwell, quien hablaría hace poco más de 70 años en la radio para fingir una invasión alienígena que convocó en una paranoia colectiva impresionante.

Curiosamente y dentro de la analogía que hice de Orwell puedo decir que el 2020 estaba lleno de paranoia, miedo y confusión mundial por la pandemia que llegó a cambiarnos la vida a todos y todas las industrias modificándolas o destruyéndolas por completo por lo menos un año y medio desde que arrancó en México.

Honestamente no sé qué más esperar. Lo que sí puedo agradecer es que sigo vivo, que no me ha faltado nunca para salir de mes y que aunque me he enfermado, no me han tenido que hospitalizar ni me han pasado tragedias que vayan más allá de cualquier microtragedia medio boba como la que me pasó ayer: el pinche carro no arrancó y me dejó tirado pero hoy que llegué con el mecánico para que lo viera, abrió el cofre, le di marcha y el muy hijo de la chingada encendió sin que le tocaran una pieza. (Aquí hablo del carro)

Esta es una de muchas entradas que estaré publicando sin sentido lo que se me de la gana y sin esperar que le guste o no a absolutamente nadie. Es un recordarme que por fin logré que viera la luz este “Proyecto 2020” a través de esta plantilla de WordPress en la que me volví un microexperto después de haber borrado y creado infinidad de páginas pensando en ustedes que estarán leyéndome o viéndome.

Me descubrí una vez más intrigado por la venta a destajo, por el objetivo de cerrar clientes para entrar nuevamente a este esquema de supervivencia creativa en la que entramos cuando necesitamos ganarnos unos centavos. Y por lo menos con este blog lo que voy a hacer es todo lo contrario.

Voy a dedicarme a escribir lo que se me venga en gana sin importarme un carajo si te gusta o no, si es WordPress o no, si cargó rápido o no, si tiene “palabras clave” o si es “SEO friendly” o no y hasta si la foto de portada es creada en CANVA o es de Stock o si es de mala calidad porque simple y llanamente este espacio, a diferencia de todos los demás espacios donde sí intento “agradarle” a los demás, es mío.

Es mi corazón y mente hablándole al teclado de lo que me sude ese día. Es quizá publicar uno de los garabatos que clasifico de manera numérica que he escrito en este “Diario de un Hijo de Puta” nomás porque se me pegó la gana. En fin.

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